Resurgen caprichosos los recuerdos,
impulsados por vaivenes del presente
y originan añoranzas refulgentes
de mi infancia, tan feliz, allá en mi pueblo.
Dibujo en mi mente la faz de mi abuela
sentada apacible en su mecedora,
dichosa a la sombra de copiosa mora
mirando a sus nietos correr a la escuela.
Su rostro marcado con surcos de tiempo,
mostraba señales de paz y quietud
al pensar que ellos iban con salud
y había muy pocos malvados violentos.
Las calles de tierra poco transitadas,
sabían de tardes sonando a partido,
de gritos triunfantes al haber vencido,
de viejas pelotas por rodar gastadas.
Muy de rato en rato, cesaban los saltos
al paso cansino de antiguos motores,
que ya en la distancia sonaban claxones
para que el gentío se pusiera a salvo.
Llegar al colegio era estimulante,
saludando amigos siempre revoltosos,
sin dejar de lado el ser respetuosos
con nuestra maestra, “la segunda madre”.
El recreo era el mejor momento
para informar las últimas novedades,
todas primicias al no haber celulares
y siendo oradores con público atento.
Era el trueque el amo del comercio
a la hora de intercambiar figuritas,
cotizando el doble “la más nuevita”
mientras “la difícil”, inflaba los precios.
Recuerdo mi infancia con el aire puro,
caminar tranquilo, decir -¡Buenos días!
y aunque no critico la tecnología
de ayer quiero un poco para mi futuro.
Quisiera ver niños jugando confiados,
conductores rectos con los peatones,
que abunde el trabajo, que falten ladrones
y a cualquier anciano le brinden cuidados.
Deseo a los niños un feliz presente,
padres responsables, unidos, alertas,
para que mañana al abrir la puerta
salgan sin conflictos los adolescentes.
Resurgen caprichosos los recuerdos,
impulsados por vaivenes del presente
y originan añoranzas refulgentes
de mi infancia, tan feliz…allá en mi pueblo.
Mabel
Lucía Brondino