Las gotas se desplomaban
sobre la mesa maltrecha,
mientras el viento silbaba
traspasando tejas viejas.
El agua entraba a raudales
por el techo destruido
y ventanas sin cristales
incrementaban sonidos.
En el rincón mas oscuro
la madre lo resguardaba
y un trocito de pan duro
a su hijo le entregaba.
El frío asolaba el cuarto,
sin muebles, ropa ni armarios
y un almohadón de reparto
disminuía el calvario.
Los golpes fueron violentos
en la puerta sin pestillo,
cuando arribó aquel sargento
para llevarse al chiquillo.
La madre besó al pequeño
y sollozando le dijo,
que se marchara risueño
de aquel lúgubre escondrijo.
-"Tendrás una vida plena
en esa casa soñada,
con gente dulce y buena
que te aguarda ilusionada".
-"Yo a mi madre solo quiero,
y no la cambio por nada.
Esta vida yo prefiero.
Esta es mi casa soñada."
-"El sol saldrá en la mañana,
cosecharemos patatas
y tendremos pronto sana
de la mesa aquella pata".
Fuerte abrazo le dio ella,
el hombre los observó
y viendo esa imagen bella,
sin palabras se marchó.
No hay fortuna que se precie
que supla al amor profundo,
ni una madre que desprecie
algún niño de este mundo.
M.L.B.
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